¿Cómo definirías el miedo?
En los últimos años, el estudio de
las bases neurobiológicas del miedo se ha centrado en una región cerebral
concreta: la amígdala, una pequeña estructura alojada en el seno del sistema
límbico (nuestro «cerebro emocional»). Esta área desempeña un papel clave en la
búsqueda y detección de señales de peligro. Se podría decir que trabaja de
forma análoga a un detector de humo: permanece inactiva hasta que el más mínimo
estímulo amenazante la pone en marcha. Si no tuviéramos amígdala, probablemente
no sentiríamos miedo, como les sucede a las personas que sufren la enfermedad
de Urbach-Wiethe, una patología genética poco frecuente que produce una
calcificación lenta de la amígdala.
Sin embargo, estudios recientes han
demostrado que el miedo va más allá de la amígdala, puesto que existen otras
estructuras cerebrales relevantes que contribuyen a dicha emoción.
Varias áreas
cerebrales involucradas
La ínsula se encuentra en la
superficie lateral de ambos lados del cerebro, por detrás de la cisura de
Silvio. Integra información cognitiva, sensaciones fisiológicas y predicciones
de lo que pasará. También procesa la información de los sentidos y las
emociones que provienen de la amígdala, de manera que nos permite afrontar las
situaciones importantes o amenazadoras. Asimismo, participa en la conversión de
un estímulo neutro a uno condicionado (que genera miedo), de modo que predice y
anticipa las posibles consecuencias negativas del mismo.
Por su parte, la corteza cingulada
anterior dorsal ejerce un papel relevante en el aprendizaje del miedo y en la
conducta de evitación, así como en la experiencia subjetiva de ansiedad. Se le
atribuye una función de «mediador racional» en situaciones de conflicto
cognitivo, ya que determina la importancia que tiene el estímulo que se
presenta y hace que dirijamos la atención a este. Cuanto más se activa esa
área, mayor es la atención que dedicamos hacia el estímulo; también aumenta nuestra
respuesta de miedo.
La corteza prefrontal dorsolateral
participa en la regulación emocional del miedo como vía de salida (output) de
las respuestas fisiológicas procesadas inicialmente (input) en la ínsula.
(Internet)
El miedo es el instinto de supervivencia
que tenemos los seres humanos para detectar un peligro que nos acecha bien sea
real o imaginario. Por ejemplo, vas caminando por la sabana africana y aparece
un león hambriento que sabes que te va a atacar. Entonces tu instinto de
supervivencia te dice que eches a correr como si fueses Forrest Gump en la
película y no paras de correr; ¡corre, corre que viene la bestia!
El miedo nos puede paralizar
bloqueándonos impidiendo ejecutar nuestras acciones con calma y serenidad.
¿A qué tengo miedo?
Yo soy un chaval que rara vez tengo
miedos. Bueno si, con cierto tono de humor digo que tengo miedo a las moscas
gigantes, tarántulas venenosas, murciélagos carnívoros, serpientes que atacan,
etc.. Todas estas criaturas algún día vendrán del averno y me quedaré
paralizado por el temor hacia estos seres tan espeluznantes. Por eso debo estar
en máxima tensión por si vienen a invadirnos, aunque de momento parece que no
hay de qué preocuparse.
Dejando a un lado el tema
humorístico, he de decir que también tengo cierta preocupación o miedo a
aquellas noticias relacionadas con la violencia y con las catástrofes
naturales. Y por supuesto, no debo olvidar la actual pandemia que nos está
dejando demasiados fallecidos por el trayecto.
Otros tipos de miedo que tengo es a
la inseguridad que me crea lo desconocido, por ejemplo, mi primer día de
trabajo en el museo. Fui un manojo de nervios ya que siempre que voy a un lugar
nuevo me crea cierta incertidumbre y estoy intranquilo por lo que creo que me
va a suceder, pero luego ya me tranquilizo y suelo tomarme las cosas con calma.
Saludos.